LE SYMBOLISME HERMETIQUE DANS SES RAPPORTS AVEC L'ALCHIMIE ET LA FRANC-MAÇONNERIE. Oswald Wirth. Éditions Dervy, París 1995. 224 págs. 

Este volumen es una cuidada reimpresión del texto compuesto en 1909 y revisado en 1930 por el director de Le Symbolisme a partir de trabajos de su pluma aparecidos en revistas de muy diversa temática -tales como Nouveaux Horizons de la Science et de la Pensée, Acacia y Journal du Magnétisme- así como de otros manuscritos. 

En una época de desconcierto y olvido generalizado como la actual, en la que los símbolos tradicionales resultan absolutamente incomprensibles para un número creciente de seres humanos (a quien dude que ello es así, que siga a un grupo de turistas cualquiera durante una visita a una catedral y que observe hacia dónde dirigen sus miradas, qué comentan entre ellos, etc. ¡Le entrarán escalofríos!), la publicación de una obra en la que se proponen, a modo de meditación o de reflexión en voz alta, significaciones ambivalentes para los símbolos de la tradición hermética es siempre una buena noticia. 

La primera parte del libro, titulada "L'idéographisme alchimique", contiene apreciaciones interesantes acerca del simbolismo hermético-alquímico extraídas de la contemplación de los grafismos con los que se designa a los principios, elementos y agentes que intervienen en la Gran Obra. Destacamos también el capítulo "Hermétisme et Franc-Maçonnerie", dedicado al estudio de la unanimidad de los programas iniciáticos de la Gran Obra y del Arte Real, a la cual obedece la vinculación e interpenetración de los simbolismos alquímico y masónico; y el precioso Catecismo hermético-masónico titulado "L'Etoile Flamboyante", compuesto por el barón de Tschoudy en el siglo XVIII y que Oswald Wirth reproduce en su libro con anotaciones. La obra de Wirth es un acicate para la contemplación del símbolo masónico y su intelección, que sólo es alcanzable plenamente por medio de la Intuición Intelectual y no a través del Pensamiento, contrariamente a lo que parece ser la concepción del autor. Para Wirth, ". en el fondo del pozo simbólico (.) se esconde púdicamente, en su desnudez, la casta divinidad del pensador" (op. cit., pág. 3). Es revelador, asimismo, el siguiente comentario de Wirth al arcano IX del Tarot: "Es el pensador quien, a fuerza de profundizar, ha penetrado los misterios más ocultos" (op. cit., pág 55). En cuanto al propósito de la Gran Obra, la idea que el autor posee de él es, cuanto menos, confusa: ". la verdadera Gran Obra es la que se persigue desde la Eternidad, es el Trabajo Redentor del que resulta la evolución, el progreso, la coordinación del caos y la construcción de una Humanidad mejor" (op. cit., pág. 124). Tampoco nos parece que su concepto de la iniciación -y en particular, de la iniciación de oficio- sea apropiado para algo cuyo origen es atemporal y no-humano: "Desde la formación de las sociedades humanas, se constituyeron en su seno grupos particulares reservados a especialistas. Es así como los primitivos taumaturgos, que se mostraban hábiles en la adivinación y en la curación de enfermedades, fueron llevados a asociarse para instruirse recíprocamente y transmitirse sus poderes misteriosos: éste fue el origen de todas las asociaciones iniciáticas ." (op. cit., pág 107). M. G. 

 
 
 
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