LA MASONERIA Y EL 11-M
SIETE MAESTROS MASONES

IV
REFLEXIONES SOBRE NUESTRA POSICION ANTE LA SITUACION DEL MUNDO EN EL FIN DE CICLO

Se dice que el Masón ha de ser un hombre libre y de buenas costumbres. Es este, un requisito indispensable para poder aspirar a la Orden y sin el cual nadie puede ser admitido en ella. La Libertad, al nivel más alto, es idéntica a la Suprema Identidad, a la liberación de todo tipo de condicionamiento que constituye la meta última de nuestros trabajos, y de la cual la libertad individual es sólo un reflejo; y las buenas costumbres no se refieren a la moral imperante, siempre cambiante, ni mucho menos a la moralina religiosa o al comportamiento políticamente correcto, sino a ciertas normas que son inmutables dada su naturaleza suprahumana.

La Masonería ha respetado siempre la libertad de pensamiento y de opinión. El talante liberal de la Orden, que tantas veces le ha ocasionado persecuciones, es un denominador común en su historia. Cada hermano es libre de pensar como quiera, de adherirse a una corriente política o abstenerse de ello, de pertenecer a una determinada religión o a ninguna; todo dentro de los límites que imponen el sentido común y la Justicia, conforme al orden, a la que todo verdadero masón debe aspirar. Sin embargo, los antiguos usos y costumbres también enseñan que los hermanos masones deben abstenerse en sus reuniones de tratar temas profanos y muy particularmente de discutir sobre religión y política. Esto, porque los temas que propone la Orden para trabajar en Logia están en otro plano y porque ese tipo de discusión, relativo al nivel más rasante, llevaría irremediablemente a la división de los hermanos y fomentaría la desunión.

Pero esto no significa que debamos abstenernos de observar lo que ocurre en nuestro entorno. El masón no está ausente de los acontecimientos, está inserto en la sociedad y en ella trabaja, no es un monje, retirado del mundo, sino más bien un guerrero –por eso lleva espada– que se ha de enfrentar a los antiguos enemigos de la Justicia, del Conocimiento y de la Sabiduría, a los que ha de vencer. Lucha frente la ignorancia, el fanatismo, y la ambición, el yugo de los prejuicios y todo aquello que se opone a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Para ello ha de estar al tanto de lo que ocurre en el mundo profano y, sobre todo en estos momentos críticos de fin de ciclo, debe estar atento a esos acontecimientos, que son también –como todo aquello que se manifiesta– un símbolo del que se debe desentrañar el significado.

La semana anterior, la ciudad de Madrid se vio sacudida por un inhumano y atroz ataque terrorista dirigido contra la población civil y particularmente contra trabajadores y estudiantes de varias nacionalidades. Ese ataque ha sido perpetrado por los enemigos de siempre, por fanáticos que creen que por estos horrendos métodos es posible conseguir algún objetivo y que carecen de los más elementales valores que caracterizan al ser humano.

Todos los días, con mayor o menor repercusión, hemos de enterarnos de acciones semejantes en distintos puntos del planeta, y los que perpetran este tipo de atentado, sean del color que sean, amenazan con aumentar la frecuencia y la magnitud de estas atrocidades.

Sabemos que son los signos de los tiempos y desde cierto punto de vista no es extraño que sucedan en estos momentos ya que estamos en presencia del fin de un mundo y este tipo de acontecimientos se han de desencadenar. Pero ¿podemos mantenernos indiferentes a este tipo de cosas?, ¿hemos de asumir alguna posición al respecto? Creemos que no es posible tal indiferencia, que sí es necesario que asumamos una posición y que debemos mantenernos en estado de alerta ante esta situación.

Nuestra Orden, desde su origen, ha sido perseguida por el fanatismo. Los hombres de Conocimiento, durante la casi extinta edad de hierro, se han visto perseguidos, atacados, torturados y asesinados por el mismo enemigo. Persiguieron a Pitágoras y a Platón, condenaron a Sócrates, torturaron y asesinaron al maestro Jesús. La Inquisición es una muestra de estas actitudes y, sin ir más lejos, la España de Franco, la del fundamentalismo cristiano, asesinó a un gran número de hermanos masones por el mero hecho de serlo. Hemos escuchado en las noticias que la semana pasada un grupo de integristas islámicos atacó en Turquía a un grupo de masones reunido en una cena, y al grito de "Alá es grande" causaron muertos y heridos.

No nos cabe duda de que el terrorismo e integrismo islámico es, en estos momentos, el enemigo más peligroso del mundo occidental. Con seguridad son enemigos de cualquier organización, como nuestra Orden, que tenga como bandera la libertad de pensamiento, pues se creen con el derecho de asesinar a cualquiera que no piense como ellos. Están perfectamente organizados y no podemos dejar de estar muy alerta ante un peligro tan evidente. El solo hecho de que nos declaremos ajenos a cualquier religión exotérica nos hace blanco de su odio y su locura asesina.

Aunque también hemos de manifestar que no somos ciegos ante las tremendas injusticias que cometen los gobernantes de Occidente, liderados por los Estados Unidos, en el campo económico y también en el bélico, permitiendo y fomentando un injusto orden económico que ha sembrado de hambre una parte importante del planeta y cometiendo también atrocidades contra la población civil, las mujeres y los niños, declarando guerras ilegales en nombre de la paz y que ocultan, como sabemos, oscuros intereses económicos que sólo a ellos benefician. Esto no hace más que alimentar el odio y dar justificaciones al enemigo islámico y a toda clase de fanatismo. Por otro lado, el "orden" que propugna el modelo occidental, materialista y antitradicional, es igualmente enemigo de cualquier posibilidad de realización espiritual.

Las cabezas de la bestia son numerosísimas. El enemigo al que nos enfrentamos es muy complejo. Su signo es la multiplicidad y pretende siempre dividir, todo lo contrario a la unión y la unidad a las que nuestra Orden siempre ha tendido.

Por eso, no creo que debamos tomar partido por uno u otro bando, sino observar, con objetividad, todos estos símbolos que nos confirman lo que ya dicen los astros: que nos encontramos al fin de un gran ciclo y que por lo tanto se prepara el nacimiento de uno nuevo, el advenimiento de la Edad de Oro en el mundo entero.

Sin embargo, el estar atentos a todas estas cosas propias del mundo profano, y el tratar de desentrañar los signos de los tiempos, no debe en ningún momento alejarnos de nuestros verdaderos objetivos, que son de otro orden, que están en otro plano, y que al fin y al cabo no son de este mundo.

 


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