LA MASONERIA Y EL 11-M
SIETE MAESTROS MASONES

XI
A LA LUZ DE LA TRADICION

Enfocar los últimos acontecimientos, tanto el de Madrid como el de Turquía y los que vienen sucediendo en los últimos tiempos, a la luz de la Tradición y sus textos, es, como sabemos, remitirse, en última instancia, a la doctrina de los ciclos cósmicos. Y dentro de ésta, al de la actual humanidad terrestre. Ciclo que no sólo tiene un aspecto histórico sino también cósmico ya que existe una correlación entre dicho orden y el humano. Y que, por lo tanto, no sólo está ligado a los acontecimientos que tienen lugar en este mundo, sino que también lo está a los que suceden en los otros mundos.

Según esta doctrina, la actual humanidad lleva ya siglos viviendo la fase que llama Edad de Hierro. La que finalizará este ciclo dando paso a un nuevo ciclo de otra humanidad. Los acontecimientos de carácter histórico (sociales, religiosos, políticos, económicos, etc.) que vienen sucediéndose en estos siglos, cada vez en mayor progresión y aceleración, no son sino la manifestación de esta humanidad, la cual ya ha sido descrita en sus rasgos más característicos y de la forma más directa y clara posibles, en los textos de las diferentes formas tradicionales (Hesíodo, los Profetas, los Evangelios, el Apocalipsis, el Corpus Hermeticum, etc.).

El agotamiento de un ciclo, como éste de la humanidad actual, no cambia en nada el orden interno del cosmos y la relación entre todos sus planos. En esta fase de final de ciclo, lo mismo que en cualquiera de las anteriores, sigue habiendo para el hombre la posibilidad de comunicarse con los otros estados de la Existencia universal o planos del cosmos. El hombre sigue pudiendo, aquí y ahora, realizar interiormente todos los otros estados.

Por otra parte, la comprensión de los actuales acontecimientos históricos, como hechos simbólicos, puede servir de ayuda al hombre que sigue esta realización, ya que ellos simbolizan, en sus diferentes aspectos, no sólo el desarrollo de esta fase del ciclo sino también el de la propia humanidad, y, por lo tanto, a todas las fuerzas, si así podemos decir, que actúan en ella, tanto las disolventes o destructivas como las coagulantes o constructivas. Y, también, los diferentes roles que los hombres asumen encarnando estas fuerzas. Y como todas estas componentes tienen, de alguna manera, que agotarse en el fin de ciclo, todas deben manifestarse, lo cual las hace claramente simbólicas. Permaneciendo únicamente interior, aquello que nunca puede desvelarse: el Principio Absoluto.

Para el hombre de hoy, que sigue su realización interior, entender la coyuntura actual y de los acontecimientos en los que está inmerso, contemplados como hechos simbólicos, puede ayudarle a conocer dónde está 'situado' en este, podríamos decir, campo de fuerzas. Pero en esta fase del ciclo en la que los acontecimientos se solapan cada vez más aceleradamente, esta tarea no es fácil.

Esto es lo que pretendemos hacer aquí con los hechos que hemos mencionado al comienzo de este trazado, dudando, tenemos que decirlo, que seamos capaces de hacerlo, pues reconocemos de antemano que nuestra perspectiva de conjunto se queda corta, y deja fuera muchos factores, seguramente, importantes. Lo hacemos, pues, señalando únicamente algunas de estas fuerzas a las que antes nos referíamos, que, a nuestro entender, están actuando ya manifiestamente.

Entre las que hemos denominado disolventes o destructivas, vemos la encarnada por los grupos islámicos, afines a Al Qaeda, autores materiales de los mencionados hechos, que, en nombre de Alá, han 'declarado la guerra' a ciertos países de Occidente, y, al parecer, también a la Masonería. Grupos, cuyos dirigentes, con el Corán en la mano, manejan a sus seguidores como armas ofensivas que se autodestruyen masacrando, y alcanzando así el 'paraíso'. Fenómeno que se está extendiendo rápidamente, y que, pensamos, tiene un apoyo tácito de gran parte de la comunidad islámica repartida por todo el mundo.

Dentro de este mismo conjunto de fuerzas, incluimos también todas las tensiones encarnadas por una parte (una gran parte diríamos) de la sociedad moderna actual, cuyo ejemplo es la sociedad occidental, mercantilizada y tecnificada al extremo de que las personas son para ella poco más que cualquiera de los productos de este 'gran mercado', a lo sumo un producto sensible y sentimental, y que está ya intentando producir en serie como el resto de los productos.

Por otra parte, entre las fuerzas que hemos denominado coagulantes o constructivas, tenemos a las actuales organizaciones iniciáticas y/o tradicionales. Las cuales, interesa subrayar, sean del lugar que sean, tienen el mismo espíritu y el mismo fin: guardar y transmitir la Iniciación, o sea la Tradición, hasta el final de los tiempos. Aunque no podemos hablar de las del entorno de Oriente, pues íntimamente las desconocemos, lo haremos de las de nuestro entorno más inmediato, y en particular de la Masonería, la cual, junto al Compañerazgo, guarda y transmite hoy la Iniciación en Occidente. Ella guarda el nexo de unión con el Principio, y sigue dando la Luz a quienes se la piden debidamente. Y ello, a pesar de que sea atacada, matando a sus miembros como ha sucedido en Turquía, o combatida, saboteando la construcción en la que está empeñada, operación que viene ya llevando a cabo hace algunos siglos la sociedad moderna. Todo esto no le impide desempeñar su fin, el cual, pensamos, llevará a cabo hasta el agotamiento de estos tiempos. Recordemos a propósito de esto, que, en los siglos XVIII, XIX y XX, la Masonería fue perseguida abiertamente en algunos países occidentales, en los cuales ha seguido manteniéndose hasta hoy. Y que anteriormente, en el siglo XIV, otra organización iniciática de Occidente fue no sólo perseguida sino literalmente aniquilada (eso pensaban al menos los autores de aquellos hechos). Por lo tanto, si el suceso de Turquía es una 'declaración de guerra' a la Masonería, ésta no sólo tendrá ahora que resistir los embates que le vienen, podemos decir, de 'casa' sino también los de fuera.

No conocemos la situación en que se encuentran actualmente las organizaciones iniciáticas de Oriente, pero no nos sorprendería que tuviera semejanza con la de la Masonería. En los tiempos que vivimos, parece que lo exterior, o lo que es lo mismo lo profano, sin hacer de ello distinción de cultura ni lugar, está irrevocablemente volcado a matar y suplantar de una vez por todas y con todos los medios a su alcance a lo interior, o sea a lo iniciático y/o tradicional, y proclamarse dueño único de este mundo. Intento vano, pensamos, ya que lo interior, por su propia naturaleza, está a salvo y lo estará hasta el fin. No sólo hasta el fin de este ciclo, sino hasta el verdadero fin, que no es otro que el Principio.

 


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