Ubicándonos en el centro de nuestro corazón, desde allí, hemos de partir y considerar el momento y el espacio que nos toca vivir en el mundo aquí y ahora.

Estando comprendidos en él, no estamos exentos de todo lo que en él acontece.

La realidad de esta idea nos sitúa inmediatamente en el centro y nos reconduce a lo más profundo de nuestro ser, a lo Verdadero y Eterno, a la Tradición que nos ha instruido y revelado, a través de una Enseñanza, el Orden que rige todo lo creado.

El mundo mismo ha generado a la terrible Bestia, el gran Impostor, que tomando toda clase de ropajes y disfraces, usurpa y simula la Verdad: y así se apodera de todo, en los momentos de "olvido" o estupidez, y busca atrapar nuestro tesoro más preciado. ¡No podemos bajar la guardia!.

Porque si bien observamos cómo el mundo se resquebraja, cómo "sus pies de barro" se derrumban a nuestro alrededor, lo mismo acontece en nuestro interior.

¡Invoquemos a la Inteligencia por cuya Luz todo comprendemos –hacia arriba y hacia abajo– desenmascarando en lo más profundo de nuestra conciencia, las formas del horror que adopta el fin y, afirmándonos en el Recuerdo con la certeza de "otra Realidad" (que es lo que verdaderamente somos) la cual nos impulsa fuera de ese torbellino enloquecedor!.

¡Sembrar el terror; qué mejor táctica para terminar con la Vida! Enemigo silencioso, oculto, como hierba mala brota y mata por todas partes, acabando hasta con la tierra más fértil.

Nunca se sabe dónde atacará y de qué manera. Esto es así.

¡Nos guarden las más altas deidades, fortaleciendo nuestras virtudes y expulsando, como Zeus, los vicios de los cielos!.

Ya que exteriormente hay poco que podemos hacer ante el fin, conjuguémonos en la unidad del ser, expulsando a la Bestia que sin tregua acecha; ubicándonos en el corazón del mundo desde donde, por la Misericordia y la Gracia Divinas, en su momento, seremos absorbidos a la Unidad, al Uno sin Par "donde no seremos más nosotros mismos sino Aquél que nos creó".